La imaginaria ausencia de la luz es una circunstancia, también imaginaria, de esa íntima vinculación: un estado que, como la noche, nos rodea de secretos; un estado que proporciona profundidad e intensidad tangibles. Una intensidad y una profundidad que no son sino fugaces vislumbres de la luz con el fin de que creamos estar solos.
El sentimiento de mi cerámica no es preciso buscarlo. ¿Dónde íbamos a buscarlo?. –Esta ahí, en la luz, como algo dado, como si lo produjese la certeza de su procedencia. Y aflora a la superficie en forma de destellos con un dulzor baladí que se transforma en diásporas axiomáticas capaz de envolver el corazón, con envolturas dinámicas puro movimiento capaz de retener por el contrario toda razón mundana para enhebrar la verdad de una búsqueda enigmática, mística. ¿Será quizás esta búsqueda la propia fuente que da vida a esta luz? –Será así pues tal cual.
.Expliquemos por tanto, o demos por explicado de tal forma la naturaleza real de todo o toda cosa y por lo que esta hecho, en esta naturaleza en esta fuente de luz encontrada y en su búsqueda hay un camino, en el desarrollo de dicho camino el movimiento.
Pero de que luz hablamos, -hablan, habláis y hablaron-, esa misma que versa encarnada en la superficie dorada de la obra que presento. Solo hay una misma luz, etérea al tiempo sin pasado con el presente entendido que solo tiene su futuro en lo versado, la misma que pulula con su instruido encanto, en el pulido del material dorado y que no es brillo de lo material si no pulimento propio del amor encontrado, ese camino, ese movimiento interno del corazón de los enamorados de la belleza eterna.
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La luz que podemos ver es la luz de la revelación,
es el eco de otra Luz que no podemos ver ni concebir.
Foto de Zakariyya Whiteman
Para mi “ayúdenme a luchar por ello”, el arte es una forma de acuñar versos en el alma y por ello el verdadero desposorio de la luz. Un desposorio donde la luz no acepta a ser manejada, -no dominada pero dominadora- al contrario de lo que ha solidó suceder en la historia del arte. Esta es mi demostración y entrega de que me siento herramienta avasallada de la iluminación más sublime e inocua al raciocinio quebrantable de lo mundano o terrenal, donde todo fenece y es efímero. Para derrotar esta formulación la luz no ha de llegar al enebro de nuestra retina que esto es como la mecánica a un cigüeñal o razón fría y mecánica, por que la verdadera física la encontramos en el calor que origina su movimiento y la verdadera luz no ha de coagular en nuestra percepción ocular, solo dejemos que de tal manera parezca, que a modo de fe hemos de saber y creer que hay luces más verdaderas y que se nos queda en nuestro adentro, que por ese motivo la luz llega en verdad mucho más lejos.
Entendemos aquí la respuesta a una gran pregunta. ¿Qué ves? -pregunta incorrecta- ¿Cómo mirar? -pregunta y a su par la respuesta. A lo cual, nos recuerda como es la naturaleza intencionada de mi labor, ahora entiendo porque soy incapaz de controlar el resultado de mi obra, pero sí porque irrumpe una sensación, un ansía dulcificante y volátil en mi interior, como si mi trabajo fuera más labor de un dominante que de mis manos, como si las mismas fueran inducidas por otro dueño, como si mi mismo Señor, “OH Dios la Luz” la luz que llevo dentro ilumina mi intelecto tu eres “El Creador” yo solo mis manos presto.
Entendemos aquí la respuesta a una gran pregunta. ¿Qué ves? -pregunta incorrecta- ¿Cómo mirar? -pregunta y a su par la respuesta. A lo cual, nos recuerda como es la naturaleza intencionada de mi labor, ahora entiendo porque soy incapaz de controlar el resultado de mi obra, pero sí porque irrumpe una sensación, un ansía dulcificante y volátil en mi interior, como si mi trabajo fuera más labor de un dominante que de mis manos, como si las mismas fueran inducidas por otro dueño, como si mi mismo Señor, “OH Dios la Luz” la luz que llevo dentro ilumina mi intelecto tu eres “El Creador” yo solo mis manos presto.
Dios es la Luz de los cielos y de la tierra. La parábola de Su luz es como un nicho que contiene una lámpara; la lámpara está encerrada en cristal, el cristal brilla como una estrella radiante: una lámpara que se enciende gracias a un árbol bendecido --un olivo que no es del este ni del oeste --cuyo aceite es tan brillante que casi alumbra por sí solo aunque no haya sido tocado por el fuego: ¡luz sobre luz! (Qur’an, 24:35)
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