F.M.Pinto "Thoughts and ideas of my art"

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Ensoñaciones de la Mezquita de Cordoba.

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Tal vez la gran mezquita de Córdoba sea arquitectónicamente la de más puro carácter árabe, lo que se debe sin duda al relativo aislamiento de la España musulmana y a los propósitos de su fundador. Ábd ar-Rahmàn I, que se enorgulleció de proclamar el origen árabe y coreixí de su linaje. Siendo él mismo un príncipe omeya, pudo sobrevivir a la persecución de los Abasidas y establecer su reino en España. Por estos motivos, la mezquita que construyó en el año 785 c.


La mezquita cordobesa tiene un patio y una sala de oración, cuyos largos tejados a dos aguas se apoyan en dos niveles de arcadas, pero el plano superior ya no recuerda, como sucede con otras como la de Damasco, los muros con tragaluces de la nave de una basílica. Las arcadas inferiores y superiores ya no forma en Córdoba parte de un muro como hasta entonces encontrábamos en la arquitectura islámica del mundo, ahora todo se reduce a sus pilares y arcos, sin mamposterías interpuestas. Los arcos superiores, que sustentan el techo, descansan sobre los mismos pilares que los inferiores y que los traveseros. Digamos, para mejor retratar la imagen que esta arquitectura sugiere, que las curvas de ambas series de arcos se remontan como ramos de palma desde un mismo tronco (o pilar) que, por su parte, descansa sobre una columna relativamente delgada sin que dé por eso la impresión de ser demasiado pesado para ésta, pues los arcos, con sus dovelas policromas en abanico, tienen tal fuerza expansiva que disipan cualquier sensación de peso.

El secreto de esta ilusión –aunque en realidad no es ilusión constato, sino la expresión de términos estáticos de una realidad que está en un plano superior al material- reside en que no todos los arcos tienen la misma curvatura. Los inferiores tienen un arco de más de media circunferencia, mientras que los superiores son más abiertos y puramente semicirculares. Sucede así que el espacio mismo parece respirar y expandirse a partir de un centro omnipresente.
Las categorías estéticas europeas se retiran desconcertadas ante semejante arquitectura: ¿acaso no está el espacio arquitectónico condicionado por sus límites? ¿no es simplemente un continente cuya forma amplia o angosta, ya se extienda en una dirección, ya en otra determina el contenido? En la mezquita de Córdoba los límites espaciales no tienen ninguna función; los muros de la sala de oración desaparecen tras un bosque de arcadas. Su repetición pura –en la mezquita primitiva 110 y, tras su ampliación en los siglos octavo, noveno y décimo de la era cristiana, más de 400- da la impresión de un espacio ilimitado. El espacio no viene aquí determinado por sus confines, sino por el movimiento de las arcadas, si como movimiento se puede describir esta expansión que es a un tiempo poderoso e inmóvil.
Lo mismo se puede decir del aspecto estático. Según las reglas de la arquitectura europea clásica, los soportes de un edificio deben estar en proporción al peso que sustentan; el criterio definitivo nos lo proporcionan nuestras propias sensaciones naturales hacia las cosas. En otras palabras: la estática arquitectónica ha de imitar la del cuerpo humano. En la arquitectura cordobesa –y más en general, en toda la islámica-, esta regla no es aplicable; se trata de un arte lógico, objetivamente estático, más nunca antropomórfico.
El problema práctico que el desconocido arquitecto de la mezquita de Córdoba tuvo que resolver fue el siguiente: para elevar el tejado del oratorio hasta una altura proporcionada a la superficie del edificio, las columnas o los materiales de derribo de que se disponía no eran suficientes. Fue, pues, necesario suplirlos, y el ejemplo de Damasco sugirió como solución las arcadas en dos niveles, que se redujeron a sus estructuras interiores para evitar que aplastaran a las columnas. Tales son probablemente los datos puramente técnicos de los que el arquitecto tenía que sacar, de un modo u otro, el mejor partido. La solución que nos ofrece constituye una victoria sobre el peso y la inercia de la piedra.

La mezquita de Córdoba se amplió continuamente a lo largo de tres siglos sin que se modificara su esquema arquitectónico. Para corregir la impresión que produce su estado actual, han de eliminarse mentalmente no sólo la iglesia medio gótico, medio barroca erigida en el mismo centro del bosque de arcadas, sino también las bóvedas que en prácticamente todos los travesaños han sustituido al techo de vigas adornadas con pinturas. El color dorado de los capiteles ponía de manifiesto la policromía de las arcadas, cuyas dovelas alternan el blanco de la piedra y el rojo del ladrillo. De todas las naves pendían lámparas de metal perforado y sin duda alguna el suelo estaba cubierto de alfombras.

La estructura de esta mezquita se basa, en suma, en formas que puedan delinearse sin recurrir a la perspectiva; en cierto modo, está compuesta de arabescos. El carácter bidimensional de sus forma se acentúa más en las partes del edificio que construyó Al-Hàkam II entre los años 961 y 966 de la era cristiana, en que se cuidó especialmente de la decoración. A él le debemos el maravilloso mihräb y las diversas bóvedas o cúpulas que lo preceden, incluidas las estructuras que las sustenta y que consisten en arcos entrecruzados.

Estas cúpulas, cuya construcción no tiene antecedentes conocidos, por una parte anticipan la bóveda gótica, pues son de crucería, y por otra prefiguran la bóveda persa, ya que los nervios no se unen en la cima de la cúpula sino que se cruzan en forma de polígono estrellados, dejando libre la clave central.


Para sustentar las cúpulas se alteró el orden normal de las columnas, y los arcos resultantes se entrelazaron con dibujos tan ricos cuan inesperados. Tal vez no exista un ejemplo más notable en la arquitectura musulmana de ese enlace entre formas rítmica y estáticas, que tan profundamente está enraizado en el espíritu islámico.
Más la obra maestra del arte cordobés el mihàb, su composición llegó a convertirse en una de las fórmulas a las que los artistas del Magreb retornaban incesantemente, no para copiarlas de modo servil o mecánico, sino para interpretarlas de la mejor forma posible y para adaptarlas a las circunstancias.
La hornacina de este Mihràb, muy profunda y de planta poligonal, está delimitada en su parte superior por un arco de herradura de gran tamaño, compuesto de dovelas decoradas con mosaicos amarillos, verdes y almagres, que a su vez está enmarcado en un arrabá con inscripciones en severos caracteres cúficos dorados sobre fondo azul celeste. Arco y arrabá iban a ser en adelante inseparables, pues se completan el uno al otro y generan un equilibrio mutuo, como una espansividad gozosa atemperada por el “el sentido de la eternidad”, o como el fervor y la justicia, o el amor y la sabiduría.

Los Secretos de La Alhambra, Revelados

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Los expertos analizan y descifran los mensajes en las paredes de la Alhambra - AP

Desde cada ranura, la Alhambra dice algo. Paredes, columnas y fuentes... todo en esta ciudadela mora tiene inscripciones árabes con decoraciones fabulosas que son difíciles de comprender incluso para quienes hablan esa lengua.
Pero investigadores españoles acaban de dar a conocer los primeros frutos de un ambicioso proyecto que busca traducir y catalogar las 10.000 inscripciones del lugar, desde palabras sueltas hasta poemas y versos del Corán. El objetivo es hacer que este pedazo hasta ahora impenetrable de la historia Andalusí esté al alcance de todos haciendo simplemente un click en una computadora.

"Es inconcebible que esto no se hubiera hecho antes", se sincera como alegato penoso el director de la investigación Juan Castilla.

La idea de descifrar y transcribir las inscripciones de esta joya de la arquitectura musulmana se remonta a la época de los reyes Fernando e Isabel, cuyas fuerzas recapturaron Granada en 1492, expulsaron a los sultanes que vivían con gran esplendor en el palacio rojizo del siglo XIV y pusieron fin a 800 años de dominación mora en buena parte de la Península Ibérica.
La corte española contrató inmediatamente literatos para traducir las inscripciones de la Alhambra y otros edificios de esta hermosa ciudad del sur del país.

    Pero los archivos de esa época se perdieron con el correr del tiempo y de allí en adelante se hicieron estudios que abordaron sólo ciertas categorías de inscripciones. El proyecto que encararon Castilla y otros dos expertos en el idioma árabe en el 2002 es mucho más abarcador. Algunas inscripciones son hoy ilegibles porque se han deteriorado con el tiempo.




"Teníamos que poder decir que en el siglo XXI, esto es lo que había
y esto es lo que decía"
Podemos señalar inscripciones en todos los rincones imaginables del complejo, que iban del piso al techo y nuevamente hacia abajo, o sobre las columnas, o en los bordes de las fuentes. Algunas son tan complejas que parecen ilustraciones.
Por ahora, un tercio de las inscripciones están disponibles en un CD interactivo que ofrece traducciones al español y abundante información. Cuando se haya completado el proyecto en el 2011, se ofrecería parte del material en la internet.

Castilla, quien trabaja para el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y aprendió árabe cuando vivió en Irak y Egipto, dijo que es muy difícil comprender las inscripciones incluso para las personas cuya lengua materna es el árabe, en parte porque a menudo se usa la antigua caligrafía llamada cúfica.
He sabido que, Mansour al Marzouqui, un turista de de los Emiratos Arabes Unidos, dijo que descifrar las inscripciones es complicado, pero no imposible. "Uno no lo puede hacer de una sola vez. Debe analizar bien lo que ve", señaló.

      Durante siglos se pensó que la mayoría de las inscripciones eran reproducciones de versos coránicos o de poesías. Pero, a juzgar por lo visto hasta ahora en el Palacio de Comares, eso representa menos del 10% de las inscripciones, al menos es lo que se estipula.
De hecho, la frase más repetida —cientos de veces— es una oración considerada el lema de la dinastía Nazarí, que dice "no hay otro vencedor que Alá".  Aparece en pequeños escudos, dentro de estrellas de ocho puntas y en una cantidad de lugares. En el Palacio de Comares, basta mirar en cualquier dirección para encontrarse con esa inscripción.
Una de las razones por las que hay tantos escritos es que los sultanes de la Alhambra querían dejar testimonios de su presencia allí, esta intensión resulta inexorablemente perceptible si reflexionamos en este hecho, más yo lo entiendo desde el punto de vista creativo y testimonial de lo que es el arte con sentimiento y la profesión de fe que ello supone, de tal forma no doy extinción a mi espíritu creativo en mi obra artística que en cierta manera me acerca a la onírica considerable de siglos atrás en una pretensión no carente de humildad pero donde me avasalla la sabiduría de aquellos artesanos del pasado. “De ellos he de aprender y de lo aprendido he de sentir lo que me es intuido”.
Las inscripciones sirven asimismo para manifestar la devoción por Alá y para decorar el lugar. Es de notar que los musulmanes no versan los dibujos de figuras humanas.
También hay palabras sueltas como "felicidad" y "bendición". Se supone que así se pedía esas gracias a Alá, para esa sala o para el sultán.
En lo que respecta a la poesía, hay desde versos sueltos hasta poemas largos, de hasta 25 metros, que se extienden por las cuatro paredes de una sala, como uno que celebra la circuncisión de un hijo del sultán.
Un poema recorre una pared, el techo y luego la pared del frente en una habitación pequeña, del tipo de las que se usaban para colocar jarras de agua con pétalos de rosa, que servían de incienso. Este poema compara la imagen de la jarra cuando se sirve agua con un musulmán inclinado durante sus oraciones.
Quizás, es mi consideración muy particular y cada individuo desaforé su percepción, los poemas en sí no son tan atractivos como su ornamentada presentación.
"Cuando uno camina por el lugar, pareciera que está abriendo un libro de poesías y volteando las páginas", Siempre me veo encantado en forma alguna por todo lo que de referente tiene en la belleza su saciedad en el movimiento.
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  Hasta el año próximo la fuente de los leones de La Alhambra será restaurada, pero en el proceso de restauración asombra descubrir la maravilla de sus detalles. En efecto, se descubrió que cada una de las piezas presenta diferentes peso, perfil y tallado, y que el león número 10 está mucho más ornamentado que el resto.
Los rasgos distintivos de cada pieza hacen llegar a la conclusión de que cada uno de ellos ha sido elaborado por un artesano diferente, y es un gran avance en los estudios artísticos sobre esta fuente, y en general sobre todo el complejo de La Alhambra.
Lo concreto es que para 2010 la fuente estará otra vez completa, con sus leones lanzando los chorros de agua y en todo su esplendor, con lo cual serán los propios visitantes los que puedan maravillarse de toda la magnificencia de invaluables piezas escultóricas.
“LA ROJA” maravillada fue su historia y su apodo considerada de tal forma la Alhambra por el color del adobe de sus ladrillos, la misma divina historia que la cubre es una incógnita, que solo puede ser revelada parcialmente en ciencia y globalmente en la mística atmósfera de quienes se dejan en sus pretendidas ensoñaciones.
La Alhambra, “y no hablan de ella” aquellos que dicen y describen lo que es el arte, que sabrán del curtido camino que tal calificativo puede suponer si el daño este en lo que omitimos por no saber de ella lo que es sabido. Alambra que hubiera sido, como si no, el amor de aquellos dioses del olimpo que en tan pobres palacios se cobijaban hasta que el amor del Islam cobijo amores cautivos.
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La Sultana Roja

La Sultana roja, es una cerámica muy particular una gran dedicatoria a la Kabba y a la Meca, una vasija inspirada en mis aprendizajes sobre la Alhambra denominada antiguamente “La Roja”.